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La belleza de las estrategias inconscientes

Actualizado: 16 sept 2019

Les contaré esta intimidad: una de mis ilusiones dolorosas de siempre

es que gente a la que quiero y me quiere,

antes o después y de una forma u otra,

me eche en cara la manera en que manifiestan su amor por mí.

Hasta ahora cuando intentaba desvelar el motor

que podía desencadenar este suceso repetitivo

me encontraba, por un lado, con la causa original,

mi infancia,

pues era el pan de cada día en mi casa;

y por otro, encontrar el porqué, a estas alturas,

sigo creando en mi vida a gente que no se responsabiliza en su dar y recibir,

haciéndome daño con ello.

Esta vez, y gracias al amor que somos Lucía y yo,

he podido ver la increíble estrategia que hay detrás de esta materialización.

Hasta ahora cada vez que le daba vueltas al asunto

terminaba por concluir que estas discusiones

era una forma de seguir alimentando (inconscientemente)

a esa parte de mí que cree que no soy todo lo buena que podría ser,

que mi egoísmo es excesivo o que debería desarrollar una empatía extra

para ahorrarle a los demás algunos sentimientos y dificultades.

Pero he aquí la bomba:

¡se trata de todo lo contrario!

Me he dado cuenta de que esta circunstancia ha sido mi TRINCHERA

para demostrarme que tengo derecho a ser tal y como soy,

más allá de las valoraciones morales.

En mi infancia no tuve espacio para rebelarme,

pues era de titanas y no de humanas de la que estaba hecha a mi familia,

por lo que inconscientemente la forma de reforzar mi propia libertad

ha sido seguir creando el mismo patrón de circunstancias

para enfrentarme a mi miedo a ser mala, a no hacerlo bien

e investigar (y por lo tanto a descubrir) que no lo soy.


Por eso, al ser descubierta la estrategia, me doy cuenta de que no es necesario

seguir creando esta trinchera,

que puedo decidir darme ese valor

sin pasar por el conflicto doloroso y repetitivo.


Me deslumbran los planes soterrados de Dios.


Este sueño está diseñado con una ingeniería sutil

tan precisa y preciosa

como el brillo de un diamante.


Todo está en la misma moneda.

A veces nuestras vidas se basan en controlar que nunca gire

para no ver las dos caras,

ya que el cambio sería inevitable.




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